domingo, 23 de mayo de 2010

Muerte al miedo a la muerte


Desde que nacemos, lo único cierto y predecible es que algún día moriremos. Todo lo que pase entre esos dos puntos extremos esta dentro de la infinitas posibilidades y caminos que la vida nos presenta. Sin embargo la muerte, es una cuenta que quemamos y olvidamos, como si ese sólo hecho retrasase el momento invariable de su arribo.La naturaleza, el ente más perfecto e inteligente - tal vez el verdadero Dios que algunos buscan – mantiene un perfecto equilibrio que ha tardado millones de años en sincronizarse, o al menos hasta antes de que el hombre interviniera así era.

Una tortuga puede vivir hasta los 125 años, un oso sólo 25 y un chimpancé, nuestros primos, a los 40 ya está en un estado de vejez avanzada. Cuando nuestros antepasados vivían en estado salvaje su expectativa de vida era menor a ellos. En ese momento un integrante del grupo que ya no pudiera cazar o colaborar en esa tarea, era apartado del grupo pues entorpecía la sobrevivencia del mismo. La muerte no tenía en muchos casos un carácter trágico y a pesar de lo primitivo de sus creencias, la muerte muchas veces era tomada como el paso a otra “vida”, estado o como quiera llamársele.
Un ejemplo impactante para nuestra mirada occidental, son los Funerales Celestes que se practican en el Tíbet. Pare ellos la muerte es sólo el desprendimiento del alma de la carne. El cuerpo ya por si sólo no tiene valor alguno, pues es sólo el receptáculo temporal del espíritu. Los ancianos tibetanos, al presentir su muerte se alejan de los suyos a meditar y a preparar su alma para el viaje que les espera. Sus familiares posteriormente tomarán su cuerpo y lo llevarán donde el encargado de hacer cortes en su cuerpo y dejar que los buitres dispongan de él.

http://www.youtube.com/watch?v=_VWKv0bHL3g&feature=related

Nuestra cultura sin embargo privilegia por sobre cualquier consideración la prolongación de la vida, sin importar si para ello es necesario realizar transplantes, amputaciones, tratamientos dolorosos o bajo el precio de una calidad de vida cuestionable.El objetivo casi ciego es vivir lo más posible, prolongar la vida a como de lugar hasta los 90 años o más, muchas veces sin importar el estado de conciencia o físico de la persona, ambos elementos básicos por lo demás para poder ejercer la voluntad y ser por ende ser libres.
Este afán de prolongar la vida de manera no natural, en el cual estamos todos inmersos, no puede estar libre de consecuencias. Ir en contra de la naturaleza, vulnerar su delicado equilibrio traerá consecuencias, pues todos los elementos están interrelacionados. En Europa el bienestar económico y los múltiples beneficios de los que gozan los adultos mayores junto a las altas expectativas de vida , en contraposición a la baja tasa de natalidad hacen que sea una sociedad cada día más vieja, con menos masa productiva, mayores gastos en salud, menos productiva, etc. Buscando un parangón con nuestros antepasados, sería como una tribu donde la mayoría son ancianos improductivos y unos pocos jóvenes los encargados de cazar, proveer y proteger. Sin duda una combinación que los llevaría a desaparecer.

Nuestro desafío es valorar la calidad de vida por sobre la prolongación de la misma. La calidad por sobre la cantidad. El equilibrio y el vivir en armonía con el entorno, el desarrollo intelectual más que el material. Un tarea que suena casi imposible y que seguramente no ganaremos, al menos en esta generación. Siendo realistas o prácticos con que nos acercáramos un poco a este ideal sería suficiente. Es posible que ese equilibrio nos haga enfrentar la muerte con la frente en alto y sin una cara de espanto que pide un poco más de tiempo.