Después de asistir a una “pequeña maratón” cinematográfica de 3 películas en 2 tardes, en hora laboral, como he dicho desde hace años, no tengo tiempo para esas estupideces, asisto en primer lugar al cine Arte a ver la Película “El Exorcista” del Director William Friedkin, de 1973, a la que voy más por vicio que por deseos de verla, será que el cine es una droga para mí, aunque nunca está demás verlas en más de una ocasión, pues las lecturas suelen ser otras; para posteriormente dirigirme a contemplar el excelente filme francés “el viejo y el niño” del Director Claude Berri de 1967,donde la hilaridad y el sarcasmo priman ante el horror de la guerra; hoy asisto al que se debería considerar unos de los Últimos Western de Hollywood, obra llena de lirismo y coralidad, llamada “La Pandilla Salvaje”, del Director Sam Peckinpah, del año 1969, con 2 secuencias llenas de violencia y sangre a destajos, son las escenas del inicio y término del Filme, esta última con una secuencia de escenas, que la convierte en algo épico , con una elaboración con la edición y montaje, donde se destacan la profundidad psicológica de sus personajes, en fin un película que quedará en la retina cinematográfica, que todo estudiante y cinéfilo debe verla si o sí.
Posteriormente me dirijo raudamente a un bar para escribir esta historia, a la vez ir asimilando la película en especial el lirismo de ella, que me recordó mucho la violencia plasmada por mi Director fetiche Quentin Tarantino; en este espacio finito, “OH hermanos míos”, parafraseando al actor de la naranja mecánica, se produce algo surrealista para algunos, pues pido al garzón una agua mineral con gas, ante la mirada atónita de algunos garzones y comensales del local, pues la “mamadera” de vino ha sido reemplazada por este brebaje, con el fin de bajar las revoluciones etílicas por las cuales pasé, pero si lo considero en los últimos días ha sido la tónica, por lo que ya lo encuentro algo cotidiano hacer este pedido de purificación del organismo.
Mientras descanso un poco la mano de esta nota, contemplo a mi alrededor y me dejo llevar por mi mirada, que abraza una especie de cava y evoco aquella frase “el que vino al mundo y no toma vino a que mierda vino”, por ahora me respondo agua gasificada; posteriormente mi vista se centra en unos cuadros de Lukas, donde nos da su mirada de este puerto que amarra como el hambre, sin embargo mi mirada se pierde como siempre en la foto de una personal adulta en una mesa en una acera parisina, es lo que pretendo creer y siempre será así, con una copa de antioxidante, acompañado por un lanudo perro de color negro, el tipo con su puro firmemente en la mano, que tiene un aire al gran Alfred Hitchcock, mientras su mirada está fija y penetrante.
Se me viene a la mente el viaje a Santiasco que tengo contemplando para mañana, habrá algún panorama cinematográfico con mi amiga actriz, que falleció hoy por la tarde, o solo será un jornada de fin de semana contemplando la cordillera Santiaguina, o haciendo algún escrito sobre las películas vista esta semana, en fin lo que resulte será sumando a mi existencia feliz
Mi mente vuelve raudamente para recordar que esta semana es el primer Festival de Cine Pueblos Indígenas organizado por el Colectivo Cine Otro, en la ciudad de Valparaíso, donde tendrá una semana de “claustro visual”, el que se verá interrumpida por un lanzamiento del libro de Karen Devia
Mientras la noche avanza cansinamente con un frío de puta madre, esa es mi sensación, pienso en las noches. Pero no sé si me gusta más la noche o el recuerdo de ella; todo al fin y al cabo es recuerdo hasta esa misma noche.
Jaime Aneiva
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