Hoy a eso de las 4 de la tarde y llegando de un contaminado Santiago por calle Álvarez veo frente a un hotel un bus lleno de tipos con camisera azul… “es que hoy juega Everton con la Chile” me indica el chofer…. No tenía la menor idea, el fútbol no me interesa en lo más mínimo, no veo los partidos de la selección, no siento mayor simpatía por ningún equipo, pero me entretiene observar a los jugadores dando entrevistas o llegando del extranjero con sus poleras Armani y gorros Channel, algo así como un poco de sofisticación y elegancia comprada al mejor estilo regetonero.
Pienso en que Viña se llenará de hinchas azules, que bien podrían ser blancos, en el fondo es lo mismo… Viña en la semana y a eso de las 4, es una ciudad tranquila, aún las tiendas en su mayoría no abren sino hasta las 5, como un resabio de vida provinciana, las galerías están semi vacías, la gente camina por Calle Valparaíso relajada, al bajar del auto se siente el aire fresco que entra al cuerpo con un leve olor a mar y me siento en casa, en mi ciudad, en calles y esquinas en las cuales he hecho mi historia.
Camino a casa por Arlegui y al cruzar Villanelo noto una cierta tensión en la gente que transita por ahí, se escuchan unos gritos a la distancia y veo un grupo de camisetas azules caminando en mi dirección. La gente delante mió cruza la calle, una mujer toma a su hijo en brazos y un par de tiendas cierran momentáneamente sus puertas.
Son unos veinte niños de entre 9 y 14 años, el más pequeño de no más de un metro veinte, pero su actitud es desafiante, agresiva, llena de odio, de rabia… mueven los brazos gesticulando como delincuentes, escupen, insultan…. Recuerdo esas escenas de las viejas películas de vaqueros, cuando llegaba al pueblo un grupo de ladrones de bancos…
“salta con una moneda sshusshetumare” le grita el más grande que viste unas vistosas zapatillas blancas a un caballero que medio choqueado cambia rápidamente su trayecto entrando a la galería Fontana… pasó por su lado atento, con las manos en mis bolsillos asegurando mi billetera, siento de inmediato golpes y el ruido de un letrero roto, miró hacia atrás y veo como cada niño patea los letreros de un par de negocios de timbres de goma, que pronto terminan en el suelo, los mismo pasa con un teléfono público…. Paro a observar la situación y los veo cruzar a media cuadra como una horda de perros salvajes… “que mirai vieja culia?” le gritan a una señora que los queda viendo sin entender nada.
Son niños de nueve, doce, trece años, pero pienso que ya no tienen remedio, nacieron entre delincuentes, entre violencia de todo tipo, pronto serán delincuentes todos y cada uno de ellos, pues dudo que el pendejo de las zapatillas caras, robadas puedo asegurar, al cabo de unos años termine trabajando honestamente y esforzándose por salir adelante, será mechero como su madre o traficante de pasta como su padre…. Con ellos no hay remedio, no hay materia prima, son como animales… ahora que lo pienso los animales me inspiran un profundo respeto y admiración, estos seres no. No poseen normas sociales, no saben de respeto, de modales mínimos, inspiran desprecio, miedo y rechazo de todos quienes nos topamos con ellos.
Mis juicios son categóricos, políticamente poco correctos y poco me importa que así sea. Creo que tratar de mejorar a estos seres por medios civilizados a su edad ya es imposible…. Una charla a la semana con un psicólogo sería como tratar de lavar un auto con un gotario, tiempo y dinero perdido.
Recuerdo a Pavlov quien hace más de cien años habló del Reflejo Condicionado, pienso en como se adiestra a un perro cuando se le tratar de enseñar algo, en los papeles de diario enrollados y que al golpear no producen dolor sino un ruido que luego el perro asocia a que “cagar en la alfombra es malo” y no lo hace.
Pienso en que a ese pendejo que insultó groseramente a la señora le pagaría un charchazo con la mano abierta y con toda mi fuerza, que le diera vuelta la cara y que en el futuro, luego de varios golpes iguales, le haga tragarse sus insultos al asociar a ellos el dolor en la cara. No veo otra solución, al menos en esta generación de flaites que ya no tiene remedio.
Pienso en que Viña se llenará de hinchas azules, que bien podrían ser blancos, en el fondo es lo mismo… Viña en la semana y a eso de las 4, es una ciudad tranquila, aún las tiendas en su mayoría no abren sino hasta las 5, como un resabio de vida provinciana, las galerías están semi vacías, la gente camina por Calle Valparaíso relajada, al bajar del auto se siente el aire fresco que entra al cuerpo con un leve olor a mar y me siento en casa, en mi ciudad, en calles y esquinas en las cuales he hecho mi historia.
Camino a casa por Arlegui y al cruzar Villanelo noto una cierta tensión en la gente que transita por ahí, se escuchan unos gritos a la distancia y veo un grupo de camisetas azules caminando en mi dirección. La gente delante mió cruza la calle, una mujer toma a su hijo en brazos y un par de tiendas cierran momentáneamente sus puertas.
Son unos veinte niños de entre 9 y 14 años, el más pequeño de no más de un metro veinte, pero su actitud es desafiante, agresiva, llena de odio, de rabia… mueven los brazos gesticulando como delincuentes, escupen, insultan…. Recuerdo esas escenas de las viejas películas de vaqueros, cuando llegaba al pueblo un grupo de ladrones de bancos…
“salta con una moneda sshusshetumare” le grita el más grande que viste unas vistosas zapatillas blancas a un caballero que medio choqueado cambia rápidamente su trayecto entrando a la galería Fontana… pasó por su lado atento, con las manos en mis bolsillos asegurando mi billetera, siento de inmediato golpes y el ruido de un letrero roto, miró hacia atrás y veo como cada niño patea los letreros de un par de negocios de timbres de goma, que pronto terminan en el suelo, los mismo pasa con un teléfono público…. Paro a observar la situación y los veo cruzar a media cuadra como una horda de perros salvajes… “que mirai vieja culia?” le gritan a una señora que los queda viendo sin entender nada.
Son niños de nueve, doce, trece años, pero pienso que ya no tienen remedio, nacieron entre delincuentes, entre violencia de todo tipo, pronto serán delincuentes todos y cada uno de ellos, pues dudo que el pendejo de las zapatillas caras, robadas puedo asegurar, al cabo de unos años termine trabajando honestamente y esforzándose por salir adelante, será mechero como su madre o traficante de pasta como su padre…. Con ellos no hay remedio, no hay materia prima, son como animales… ahora que lo pienso los animales me inspiran un profundo respeto y admiración, estos seres no. No poseen normas sociales, no saben de respeto, de modales mínimos, inspiran desprecio, miedo y rechazo de todos quienes nos topamos con ellos.
Mis juicios son categóricos, políticamente poco correctos y poco me importa que así sea. Creo que tratar de mejorar a estos seres por medios civilizados a su edad ya es imposible…. Una charla a la semana con un psicólogo sería como tratar de lavar un auto con un gotario, tiempo y dinero perdido.
Recuerdo a Pavlov quien hace más de cien años habló del Reflejo Condicionado, pienso en como se adiestra a un perro cuando se le tratar de enseñar algo, en los papeles de diario enrollados y que al golpear no producen dolor sino un ruido que luego el perro asocia a que “cagar en la alfombra es malo” y no lo hace.
Pienso en que a ese pendejo que insultó groseramente a la señora le pagaría un charchazo con la mano abierta y con toda mi fuerza, que le diera vuelta la cara y que en el futuro, luego de varios golpes iguales, le haga tragarse sus insultos al asociar a ellos el dolor en la cara. No veo otra solución, al menos en esta generación de flaites que ya no tiene remedio.
Aquellas palabras son directas, lo que se necesita en chile para mejorar la seguridad de los ciudadanos.
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