jueves, 28 de mayo de 2009

Mala tarde noche


Como es costumbre desde hace más de 25 años asisto al cine Arte ( del cual poseo credencial que me permite rebaja en las funciones) a ver la película Vichy Cristina Barcelona, de uno de mis directores fetiche Woody Allen, sabiendo que las últimas realizaciones no han llenado mis expectativas, (pues prefiero el cine donde el actúa y con sus actuaciones llenas de neurosis le da otro sello a sus filmes), por lo que mi ida al cine fue más por un estado de inercia que conciente, dentro de la sala noto cosas que no presagian una buena estadía, pues se acomodé en la última fila del cine, cuando mi asiento predilecto está en la hilera anterior, y este se encontraba desocupado, entonces porque mierda me senté ahí, hasta ahora me pregunto, un par de minutos antes del inicio de la función se sienta una pareja en el asiento continuo al mío, por lo que debo ubicarme en otro sitio, pues estando la sala prácticamente desocupada no tiene poesía y sería ridículo estar al lado de ellos, además me gusta estar bien alejado de los espectadores, con el fin de no escuchar los posibles comentarios sobre la película durante la proyección de éste, luego dan sinopsis de películas que proyectarán en las semanas siguientes, eso hace tiempo que no lo veía en la sala, lo sentí raro, pero desde un punto de vista positivo.
Lo que determinó que mi estadía sería evocada como una de las más desagradables, creo que está dentro de las tres peores en una sala cine, ya desde su inicio de la película no me gustó, efectivamente la película ha sido una de las peores que he visto del director, la pregunta que surgió instantáneamente porqué no salirse de la sala e ir a vagar hasta entrar a un bar, la respuesta surge automáticamente como siempre, por respeto hacia el creador de una obra, por lo que permanezco dentro de la sala (talvez porque soy masoquista además), como pocas veces después del termino de la película no me quedo a ver los créditos, pues es parte del filme y del ritual cinematográfico.

Con el fin de poner fin a la negra jornada cinéfila, emigro a un bareto a cuadras del cine, específicamente al frente de la estación de Viña, pero esa ida para allá sería definitivamente mi mala tarde noche, pues pretendía empezar a leer el libro EN VIDA del escritor Argentino Haroldo Conti, Desaparecido en la dictadura militar en el año 1976, que me habían devuelto después de varios años, que ni siquiera recordaba que lo había adquirido y menos que estaba prestado, pues la memoria es frágil, ya en la entrada del bar me di cuenta que no podría empezar a leerlo, pues el bullicio que provenía de los parlantes del equipo de sonido no era apto para leer, pues igual seguí con la "misión" de ingerir una copa de vino, con el único propósito a esa altura de la jornada de botar las malas vibras, craso error, lo que normalmente me lo sirven en un lorito, o jarra de vino, fue traída en un vaso por la dueña del establecimiento ( las garzonas me la traen como corresponde ), por lo que solicité el respectivo lorito, la que fue atendida de buena manera, pero al catar el vino esté resultó ser algo que tampoco recordaré con algo buen para el paladar, así raudamente me tome la copa y retorné a casa para no seguir "sufriendo incalculablemente" como escribiera el mítico Andrés Caicedo.

Para no seguir recordando la velada de días anteriores, termino este escrito para ir a ver en los canales del cable la película los sueños de Akira Kurosawa del Director Nipón Akira Kurosawa.


Jaime Aneiva F.

No hay comentarios:

Publicar un comentario